Decir Adiós para decir Hola
Escribí este art´ículo para mi columna Lidera tu Vida publicado en Revista Caras en jueves 25 de Agosto 2022.
Una de las situaciones más dolorosas por las que pasamos los seres humanos es la tarea de decir “adiós”. Ya sea que la persona viva o ya no.
Hoy compartiré con vos un tema muy frecuente y que es el que muchas veces no permite que avancemos y demos paso a lo que sigue, a crear una nueva vida.
La columna de hoy va a incluir un ejercicio para que puedas poner en práctica, con el objetivo decir Adiós… aceptar que ya no contamos con personas, ilusiones, partes propias, cargos, estatus, roles, posesiones, para dar lugar, como reemplazo a realidades, aunque sean más pequeñas que la ilusión de mantener lo perdido.
Darnos permiso para expresar la tristeza por lo perdido y pedir y aceptar protección por esa emoción y así reconocer y superar emociones inauténticas (mal aprendidas) que activamos diariamente para tapar la tristeza auténtica por lo perdido.
Inspirada en el “Día de la Niñez” y en ver las situaciones que traen quienes trabajan en sesión, nuestro niño y niña internos aparece en situaciones de adultez de formas insólitas, muchas veces porque no se ha desarrollado adecuadamente.
Como adultos es importante saber jugar y disfrutar con otros adultos, activando a nuestros niños internos adecuadamente.
Mi mentor Roberto Kertez, de quien aprendí esto que comparto hoy con vos, me enseñó que hay tres tipos de niños en el estado del yo de una persona, Niño Sumiso, Niño Rebelde y Niño Natural, ellos se forman a través de las transacciones con nuestros padres y otros adultos a medida que crecemos.
Cuando somos adultos, e interactuamos con otros adultos, las transacciones comunicacionales ideales para que haya una buena comunicación debieran ser Adulto – Adulto. O bien en Niño Natural – Niño Natural para el disfrute.
Suceden muchas cosas cuando eso no ocurre, cuando aún tenemos en nuestra psiquis a un Niño Rebelde o Sumiso activándose cada vez que interactuamos con otras personas. En esta oportunidad te contaré algo de eso.
El Niño interno se aferra a personas, cosas e ideas, lo cual le impide afrontar lo que ofrece el futuro.
Decir «Adiós» me permite luego decir «Hola». Lo mismo rige para los «asuntos no resueltos» a los que alude Fritz Perls, creador de la Terapia Gestalt. Son dos las emociones de cambio: RABIA, para defendernos y rechazar lo que es tóxico o inútil y TRISTEZA, para aceptar el adiós.
Muchas veces, no podemos desprendernos de la imagen interna de alguna persona, porque debajo de la pena, o culpa que sentimos, estamos reprimiendo Rabia. Como nos han enseñado que «no está bien» sentir esta emoción ante personas queridas, o de autoridad, el proceso de duelo queda suspendido. Esto consume mucha energía, que requiere ser liberada para retornar el contacto pleno con el entorno tan cambiante con el cual estamos en continua interacción.
El bloqueo del duelo nos impide estar en el momento presente, en el aquí y ahora, y aceptar estímulos diversos, especialmente los vinculados con la pérdida. Hasta tendemos, inconsciente o conscientemente, a evitar todo lo que nos lo recuerde.
Ese duelo tiene varias fases bien delimitadas.
- La primera, negación. ¡No puede ser que nos haya pasado a nosotros!.
- La segunda, la ira. ¿Por qué a mí?. ¿Qué hice para merecerlo?. A veces aquí surge culpa. Comenzamos a evocar comportamientos propios ligados de algún modo con la pérdida, y entramos en un diálogo interno de auto-persecución. «¿Por qué hice o no hice tal cosa?…»
- Finalmente, la aceptación Adulta del hecho… y la tristeza auténtica del Niño interno.
Lo que queda después del Adiós es el recuerdo de los momentos gratos, de lo vivido, aprendido y disfrutado. Y está muy bien sentir diferentes emociones ante la misma persona, por más que la hayamos querido. Un hijo puede sentir mucha rabia contra
su padre, que murió joven por descuidar su salud, dejándolo sin protección. O por su madre, que siempre le dijo que «se sacrificó» por él o ella. A veces son personas muertas, otras, relaciones interrumpidas, partes nuestras propias, como la juventud. O hasta animales domésticos, objetos, lugares, casas en que hemos vivido, cargos en organizaciones.
Es posible que te preguntes entonces, ¿vale la pena encariñarnos, disfrutar y acercarnos asumiendo así el riesgo de perder a la persona o cosa que queremos?. La respuesta es: ¿Quién nos quita lo bailado?. La pérdida, si es inevitable, no es tan terrible. Siempre nos queda el recuerdo interno grato.
Una de las etapas desafiantes que traen las personas a sesión es la del nido vacío por ejemplo. Sienten que han dejado mucho de su vida en la crianza de sus hijos, quienes una vez crecidos y educados, se alejan para hacer su propia vida, con un promedio de un encuentro semanal. Durante mi niñez íbamos a casa de los padres de mi mamá los días domingos, y a casa de mis abuelos paternos algún día fijo en la semana.
Más tarde, adopté ese hábito, el de ir a casa de mis padres los domingos, el cual a veces se diluye un poco.
Se trata de tener a los hijos cerca mientras se pueda y luego, dejarlos ir, para que ellos cumplan con su proceso de desarrollo, mientras los padres cumplen con el suyo.
Ahora bien, aquí dejaré un ejercicio para que realices, que te ayudará a dejar ir, para dar lugar a un hola, a algo nuevo:
Ejercicio:
- Elige una música que te permita relajarte, en lo posible sin letra.
- Relájate, comienza a respirar en forma pausada.
- Decide de quien te vas a despedir. No se trata de eliminar el recuerdo de esa persona, sino que aceptarás que ya no la verás más, oirás o tocarás.
- Visualiza frente a ti la imagen de la cual te vas a despedir.
- Dile por qué te vas a despedir. Tal vez esa persona incluso ya no esté viva, pero sí dentro tuyo… y seguirá viva en tu recuerdo, pero no podrá ser captada por tus sentidos.
- Expresa qué hubo de positivo y de negativo en la relación. Qué diste y qué recibiste, y con qué decides quedarte. Si es una persona, observa en tu mente su rostro, su reacción, sus facciones. Espera su respuesta.
- Dile qué sientes ante su respuesta.
- Evoca un momento especial que hayan pasado juntos/as, súmale detalles que puedes sentir. Mientras haces esto, observa su rostro en tu mente, su reacción.
- Es posible que guardes rencor hacia esa persona, o resentimiento, y eso sea una forma de mantenerte atado/a a esa persona. Expresa eso también. Por ejemplo: “Estoy resentida contigo porque…”
- Acércate, tómale las manos (todo en tu mente) y dile Adiós para siempre. Deja que tu emoción te envuelva, díselo con tu mirada, con tu voz, con tus palabras. Escucha y mira sus respuestas, siéntelas.
- Date permiso para sentir esto en tu cuerpo.
- Esa imagen, se irá alejando cada vez más. Desaparecerá de tu mente y de tu vida para siempre.
- Comprométete a dejar ir a esa persona, el ambiente cambiará de color. Un nuevo color que representará un nuevo estado de ánimo. Tal vez te despediste de partes de alguien que aún te beneficiaban, o te despediste de una parte de ti mismo/a.
- Date vuelta ahora, estás mirando en otra dirección, un camino, un futuro… algo para construir, con tu potencial.
- Vas a construir un encuentro con alguien, utilizando lo que has cambiado recién. ¿Quién te espera más adelante en el sendero que estás viendo?
- Acércate, ¿es alguien conocido o que no conoces aún, pero desearías conocer?
- Exprésale alegría por establecer contacto, y todo lo que vivenciaste al despedirte. Siente cómo te libera eso para un nuevo tipo de relación.
- Date gracias por el coraje que tuviste para decir “Adiós” para el “Hola” que vas a disfrutar.
Regresa de a poco al estado de consciencia.
Espero te sirva, por lo general soy yo quien guía a una persona o grupo a este estado. Puedes probar y ver cómo te resulta.
Te deseo una excelente semana y mejor vida!
Paula Cabalen
Coach de Vida y Negocios. Consultora estratégica. Conferencista. Escritora.
CEO y fundadora de Consultophy
Points of You Country Leader
@paulacabalen
www.paulacabalen.com